17 feb 2010

IDEOLOGÍA Y POLÍTICA

IDEOLOGÍA Y POLÍTICA

          La izquierda que no lleve clavado en la frente el cartel de la ideología con claridad y sin complejos colabora a la confusión general y justifica el llamado “pensamiento único”, objetivos estratégicos de la derecha.
 
          La derecha triunfa siempre que la izquierda política se encuentra desconectada de la izquierda real. Lo sabe y diseña todas sus estrategias para colaborar en el objetivo deseado.
 
          La primera estrategia activada es la crispación como método de oposición política, porque convierte a la política en algo pernicioso en sí mismo y a los políticos en personajes intolerantes, maleducados y preocupados por ellos más que por los problemas de los ciudadanos. Esta situación provoca el hartazgo y el alejamiento de la ciudadanía, principalmente de la más comprometida socialmente, es decir, de la izquierda real, dejando el camino libre a los poderes fácticos de la derecha real, que son quienes, en definitiva, apadrinan a la derecha política.
 
          Otra estrategia, consecuencia de la anterior, aunque mucho más subliminal, es provocar, para superar la crispación reinante, unas ansias desmedidas de acuerdos entre contrarios, como comprobamos diariamente en las tertulianas llamadas al consenso entre partidos políticos mayoritarios para gestionar “intereses públicos generales”, introduciendo otro elemento de confusión entre éstos y “principios ideológicos básicos” y añadiendo otro argumento a la defensa del “pensamiento único”.
 
          Podría parecer siempre políticamente plausible cualquier consenso sobre “intereses generales”, sin embargo nunca sería éticamente correcto enfrentarlos a “principios básicos”.
 
          Una tercera estrategia consiste en enfrentar lo político a lo profesional para conseguir el desinterés definitivo de la población más comprometida y eliminar su participación en la vida pública, reduciéndola al voto electoral. La derecha real, a lo largo de la historia, siempre defendió la supremacía de los profesionales sobre los políticos en la gestión política, por considerarlos más “preparados”.
 
          Cuando, por ejemplo, el PP reivindicaba recientemente la “profesionalización radical de la Fiscalía” frente a la “politización de la Justicia”, predicaba realmente que lo “profesional” es bueno y que lo “político” es malo. Según estos políticos, “la sociedad mejora cuando la gobiernan los mejores profesionales”. Los políticos de izquierdas siguen considerados en el subconsciente de los conservadores como intrusos que ocupan espacios que históricamente les estaban reservados a los “aristócratas”.
 
          Estos planteamientos no sólo son herencias del pasado, en el que únicamente podían gobernar los poderosos, entre los que se contaban tales profesionales, sino que es también un objetivo actual de la derecha, porque es otra manera de desideologizar la política, al mismo tiempo que aleja de ella a quienes menos oportunidades tuvieron de “profesionalizarse”, lo que terminaría, de hecho, contaminando la democracia (poder del pueblo) con la aristocracia (poder de los mejores).
Que estas estrategias están consiguiendo éxitos lo demuestran estudios del IAE, que indican que al 42% de los andaluces no le interesa la política.
 
          Cuando los pueblos empiezan a sentirse frustrados por la política y engañados por los políticos, recorren siempre, como nos enseña la historia, las mismas estaciones del mismo camino que conducen a los mismos destinos: el pasotismo, la burla, la ira y el desprecio, que conducen a la revolución de los pobres o a la dictadura de los ricos, como únicos destinos finales posibles.
 
          La izquierda política está obligada a mantenerse unida a la izquierda real para luchar juntas contra estas estrategias y evitar la muerte de los principios ideológicos, la desaparición de los valores democráticos y las frustraciones ciudadanas.


                                                                                                                 FERNANDO PINEDA LUNA