13 abr 2009

DESPRECIO AL SISTEMA DEMOCRÁTICO

DESPRECIO AL SISTEMA DEMOCRÁTICO
LOS POLÍTICOS DE LA OPOSICIÓN DEBEN SER MÁS LEALES A LA DEMOCRACIA
 
          La democracia es, sin duda alguna, el mejor de los sistemas políticos posibles para organizar la convivencia pacífica de las sociedades humanas. Es la única organización humana capaz de equilibrar intereses contrapuestos de grupos sociales diversos, gracias a los instrumentos de participación que desarrolla y a los principios que la definen.
 
          Son innumerables los ejemplos encontrados en la historia de la humanidad que nos permiten asegurar con rotundidad que los objetivos básicos del bienestar social (libertad, igualdad, solidaridad) son inalcanzables simultáneamente sin un sistema democrático que los regule mediante la participación del pueblo. Sin este instrumento, la lucha por la igualdad terminaría destruyendo toda posibilidad de libertad, al igual que el abuso de la libertad eliminaría cualquier avance hacia la igualdad.
 
          Sólo la participación democrática puede equilibrar la consecución real de ambos objetivos a través de la solidaridad entre las necesidades de los diferentes grupos humanos y los intereses de los diversos sectores sociales, única forma de mantener activa la convivencia pacífica.
 
          Éste es el programa mínimo que todo demócrata debe defender y propagar en su acción pública y privada. Más aún, si se dedica, por elección popular, a la actividad política. Los representantes elegidos por el pueblo dejarán de ser dignos de su representación cada vez que antepongan intereses partidistas o personales a la defensa del sistema democrático.
 
          Sin embargo, nos encontramos frecuentemente con declaraciones políticas que indican graves faltas de respeto a la democracia, porque significan menosprecio a los resultados de la participación popular y, por lo tanto, desprecio al propio sistema democrático. Tenemos dos ejemplos recientes, ampliamente extendidos por los medios de comunicación, de dos representantes democráticos del pueblo andaluz y, por ello, importantes creadores de opinión pública:
 
          El primero se refiere a las desafortunadas declaraciones de Diego Valderas, el máximo representante de IU en Andalucía, cuando, refiriéndose a la dimisión de Chaves, por haber sido nombrado Vicepresidente del Gobierno de España, y a la propuesta de Griñán como nuevo Presidente, decía que ambos eran responsables de “la fracasada política andaluza de los últimos veinte años”. Durante ese tiempo, Sr. Valderas, los andaluces hemos votado siempre libremente, produciendo en cada legislatura las correspondientes mayorías parlamentarias y, consecuentemente, aprobando la gestión política de la anterior. ¿Es el pueblo andaluz, por lo tanto, el causante de esos “veinte años de fracasada política” que usted públicamente denuncia? Si fuera así, el fracasado sería el sistema democrático. Reflexione, sr. Valderas, antes de emitir sentencias políticas que sólo conducen al desprestigio de la democracia y a un sentimiento popular de inutilidad de la participación ciudadana. Le conozco, le aprecio y sé que no ha querido decir lo que ha dicho.
 
          El segundo ejemplo lo ha protagonizado Javier Arenas, el máximo responsable del PP en Andalucía, que, al valorar también los mismos cambios políticos de Andalucía, planteaba la necesidad de elecciones autonómicas anticipadas. ¿Por qué? ¿Por qué no gobierna el PP? No encuentro ninguna motivación democrática, como tampoco la encontró el propio PP en un caso similar ocurrido en Valencia. Allí no convocaron elecciones autonómicas anticipadas.
 
          Nuestro pueblo, Sr. Arenas, eligió hace un año al actual Parlamento de Andalucía y es éste el que puede elegir al Presidente de la Junta. Si Chaves ha dimitido, tendrá que elegir otra propuesta de sus Grupos Parlamentarios. Así funciona el sistema democrático que nos hemos dado y que debemos respetar todos los ciudadanos. Respételo usted también.
 
          Recuperemos entre todos la lealtad al sistema democrático, estemos en el poder o en la oposición. Sólo así dignificaremos la política y daremos el prestigio necesario a los políticos. Lo contrario seguiría extendiendo peligrosamente un sentimiento de frustración que conduce cronológicamente, sin duda alguna, a la paulatina pérdida de confianza de la ciudadanía en los políticos, al pasotismo político, al aumento galopante de la abstención y, finalmente, a la destrucción del sistema democrático.

                                                                                                                               Fernando Pineda Luna