6 jul 2009

EUROPA, OPORTUNIDAD PERDIDA

EUROPA, OPORTUNIDAD PERDIDA
EN MOMENTOS DE CRISIS SE VOTÓ CONTINUIDAD
 
          Pasado un mes desde las elecciones al Parlamento Europeo, se hace más necesario que nunca, desde la izquierda política, elaborar sosegadamente un análisis crítico, no tanto de los resultados cuanto de sus consecuencias.
 
          En plena campaña electoral defendí que la crisis económica debería ser una oportunidad política para la izquierda. Se daban excelentes condiciones para que los socialistas europeos, creadores del Estado del Bienestar, recuperaran el protagonismo político del viejo continente para aplicar soluciones socialdemócratas a los problemas surgidos desde un descontrolado neoliberalismo económico.
 
          Parecía lógico que el electorado europeo castigara a la derecha, responsable por omisión del descontrol financiero que ha ocasionado esta profunda crisis. Parecía previsible que el pueblo encargara a la izquierda la misión de construir un nuevo proyecto que regule los sistemas económicos, que castigue la avaricia desenfrenada de los banqueros y que, en definitiva, haga crecer al Estado a través del permanente control de la política sobre la economía.
 
          La realidad resultante, sin embargo, ha sido muy distinta. Europa ha sido otra oportunidad perdida para la izquierda. La derecha no sólo vuelve a ganar, sino que aumenta su ventaja frente a la izquierda.
 
          ¿Por qué la ciudadanía encargó, por acción u omisión, a la derecha gestionar esta crítica situación, sabiendo que su propia filosofía política está en el origen de la misma crisis que se pretende solucionar? La respuesta a esta cuestión debería ser el objetivo de un amplio, sereno y autocrítico debate desde las bases de la izquierda europea hasta concluir en un Congreso Extraordinario de la Internacional Socialista.
 
          No obstante, me atrevo ya a enumerar algunas causas de esta aparente incoherencia del comportamiento electoral:
 
          Primera: La estrategia conservadora de predicar y propagar el “pensamiento único”, que está consiguiendo éxitos en sectores progresistas, cuyos diferentes niveles de desencantos los han conducido a la creencia pretendida de que “todos son iguales”.
 
          Segunda: La obsesión de los partidos mayoritarios de ocupar el “centro político” para ganar elecciones avala el argumentario de la “negación de las ideologías” y acerca tanto unos a otros que terminan pareciendo que “todos son iguales”.
 
          Tercera: Cada vez se debate menos entre los partidos mayoritarios de la izquierda y la derecha sobre distintos “proyectos de gobierno” y se habla más de diferentes “formas de gobernar”, cayendo una vez más la izquierda en la trampa estratégica y propagandística de la derecha.
 
          Ante esta situación, el pueblo, que nunca se equivoca cuando decide en libertad y sin ataduras personales, familiares o laborales, dictó sentencia, teniendo en cuenta los siguientes considerandos:
 
          Primero: Un “proyecto de gobierno” de derecha será siempre mejor gestionado por la derecha que por la izquierda.
 
          Segundo: La “forma de gobernar” no debería ser nunca elemento diferenciador para elegir derecha o izquierda.
 
          Tercero: Gobernar no es patrimonio exclusivo de la derecha, como ésta históricamente siempre creyó.
 
          Cuarto: Ética y valores como elementos básicos en las “formas de gobernar” es “conditio sine qua non” para un gobierno de izquierda.
 
          Valorados estos supuestos, el pueblo ordenó que la derecha siga gobernando la Europa en la que la izquierda creó y consolidó el Estado del Bienestar. Quienes no encontraron en la izquierda un “proyecto de gobierno” diferenciador decidieron abstenerse, porque, cuando los proyectos de la derecha y la izquierda se parecen tanto, es mejor que lo gestione aquélla, aunque no guste la forma de hacerlo.
 
          La izquierda europea perdió la oportunidad de recuperar su autoestima, de no sentir miedo ni tener reparos en mostrarse como tal, sin ambigüedad pusilánime, con energía provocadora, presentando un “proyecto de gobierno” claramente diferenciador, sin complejos, que deje claro que debe ser la política la que dirija la economía y la que regule el sistema financiero.
 
          No pueden convencer sobre un proyecto de izquierda diferenciador de la derecha quienes anuncian el apoyo al conservador José Manuel Duräo Barroso, ni quienes permiten al presidente del Banco de España proponer al gobierno derechizar su política laboral, cuando su preocupación debería ser dar propuestas progresistas para un mayor control del sistema financiero.
 
          Europa es hoy otra oportunidad perdida para la izquierda, que tiene que seguir soportando consejos neoliberales del presidente de BCE, Jean Claude Trichet, sobre reformas laborales antisociales para solucionar problemas financieros originados por la avaricia y la codicia de banqueros incontrolados.
 
          La izquierda sólo puede ganar elecciones con proyectos de transformación de la realidad, explicados mediante debates ideológicos diferenciadores.
 
                                                                                                                 FERNANDO PINEDA LUNA